CUENTO DE NAVIDAD2014
Base de la obrita de teatro que representaron los niños de catequesis.
Aquella tarde Beatriz llegó del colegio más excitada que de costumbre, soltó la mochila, el abrigo, los guantes y la bufanda en el primer sitio que encontró, mientras decía acalorada y nerviosa
- ¡Mamá, mamá, ya viene!
- ¿Quién, hijita?. Pero estate quieta. Ven, dime ¿quién viene?. La dice mientras la sienta a su lado.
- Sí, mamá, en la calle hay unos hombres poniendo los adornos. ¡Ya viene la Navidad!. ¡Va a estar la ciudad muy bonita!. ¡Cómo me gustan estos días!. Las luces, las tiendas, Cortylandia, los regalos, los dulces, el pavo, Papá Noël, el árbol de Navidad …
- ¿Y qué más, hija?. ¿Y dónde dejas a Jesús?. Su nacimiento, el amor que nos traen estos días, la paz, la felicidad que irradian.
- Mamáa…. ¿te parece poca felicidad el no tener que ir a clase estos días de vacaciones?
- Claro, pero no olvides que todo esto que dices, es en recuerdo de algo que pasó hace ya dos mil años, en una tierra llamada Palestina, que nos llena de esperanza y nos da esas ganas locas de vivir, que tan bien has sabido expresar con tu alegría.
Además tú sabes, porque te lo he dicho muchas veces, que hay muchos niños que no tienen, como tú en estos días, ni juguetes, ni siquiera comida y que también celebran este acontecimiento contentos.
Porque la felicidad no está en tener muchos adornos en la calle, ni luces, ni tiendas donde comprar, ni Cortylandia, ni regalos, ni dulces, ni pavo, sino en saber vivir el nacimiento del Niño Dios, que nos quiere y ha venido pobre, para que nosotros seamos felices.
- Cuéntame, cuéntame mamá cómo ha sido ese nacimiento y qué pasó entonces.
- Yo no puedo ahora, tengo que hacer la cena para papá, para ti y tus hermanos. Más tarde te contaré.
- No. Ahora, mamá.
- Mira, ve leyendo este libro mientras yo termino.
Beatriz coge el libro que le da su madre, y comienza a leer. Poco a poco se queda dormida y sueña...
Sueña que está en un lugar que le es familiar, muchas veces ha visto ese río de agua de papel de plata, con sus puentes de corcho, casitas de cartón, pastorcitos de barro, ovejitas de plastilina y montañas de papel. Sueña que todo esto es una realidad que poco a poco se transforma. El río ya corre agua de verdad, la tierra ya no es serrín, los puentes son de piedra y los pastorcitos y ovejas son de carne y hueso. Alguien la está mirando y le habla.
- ¿Tú quien eres?, pregunta Beatriz.
- Me llamo Lucas, conozco muy bien todo esto y lo que ha ocurrido aquí. Si quieres puedo acompañarte.
- Claro que quiero, me gustaría ir contigo.
- Pero antes quiero presentarte a otros niños que nos acompañarán.
- Vale.
- Mira, precisamente aquí está Bartimeo, y es ciego, pero verás qué rápido contesta a la llamada. ¡Bartimeo!, grita Lucas.
- ¡Hola, Lucas!. ¿Con quién hablabas?.
- Es Beatriz, una niña que quiere también conocer a quien buscamos.
- ¿Yo…?. ¿Y a quién buscamos?, dice Beatriz sorprendida, si ni siquiera sé qué hago aquí.
- He sido yo quien te ha traído, le dice Lucas, quiero que veas la primera Navidad que hubo en el Mundo. Y buscamos al que con su nacimiento hizo tal revolución que, hasta los que no creen en él, lo celebran, eso sí a su manera, y de ahí lo de las luces, la alegría, los regalos….
- ¡Mira!, todos van en esa dirección y llevan regalos, dice Beatriz.
- Es que esta noche, continúa Lucas, unos pastores que guardaban sus rebaños, dicen que, de repente, vieron una aparición en el cielo y oyeron voces y aclamaciones; atemorizados, se echaron en tierra. Se les apareció el ángel de Dios, lleno de resplandor que les dijo: “ ¡No temáis! Os anuncio una gran alegría para todos los hombres. Hoy os ha nacido el Salvador, Cristo, el Señor, en Belén, la ciudad de David. En esto lo conoceréis: Está echado en un pesebre, envuelto en pañales”, y oyeron a otros ángeles que estaban con él, que gritaban: “¡Gloria a Dios en las alturas, y paz en la tierra a todos los hombres en quienes El se complace!”. Fueron corriendo allí, y encontraron todo como el ángel había dicho, y lo han contado a todo el mundo. Y por eso todos quieren verlo. Nosotros también. Mira: Marta y María. ¡Hola Marta!. ¡Hola María!. Mirad, Beatriz también viene con nosotros.
- ¿ Y por qué ha nacido en Belén y en un pesebre?, pregunta ésta.
- Porque por el tiempo en que había de nacer Jesús, esto quiere decir el Salvador, replica Lucas, el emperador de Roma, a cuyo imperio pertenecía esta tierra, dijo que quería que se hiciera un censo porque deseaba saber de cuánta gente era emperador. Pero además quería saber de dónde procedía cada uno, así que cada cual tenía que ir a apuntarse en el censo en el pueblo de sus antepasados. Los padres de Jesús tuvieron que venir a Belén, porque José descendía del rey David. Al llegar aquí, María notó que había llegado la hora del nacimiento y buscaron albergue, pero había tantos forasteros que como ellos habían venido a Belén, que no encontraron donde pasar la noche, sino en un establo. Y allí vino Jesús al mundo. Su madre lo envolvió en pañales y lo puso en un pesebre. ¡Pero mira quién viene por ahí, dijo interrumpiendo su relato, si es el pequeño Zaqueo!
Beatriz se fijó en aquel muchacho, pequeño de estatura, que vestía de forma distinta a los demás del pequeño grupo que se iba formando junto a Lucas. Se veía a primera vista que era de una clase más acomodada, y llevaba un regalo envuelto en un papel de seda. Su padre era recaudador. Seguramente, él, de mayor, seguiría la profesión de su padre.
A medida que avanzaban por el camino, aumentaba el número de personas. Beatriz pudo comprobar que la mayoría de los que iban era de condición humilde: campesinos, leñadores, pastores y gente que distaba ser de la clase social a la que pertenecía Zaqueo, y todos comentaban lo que habían dicho los pastores.
- Ha nacido el Mesías, el que esperábamos desde hace tanto tiempo y que nos anunciaron los profetas.
- El Altísimo se ha acordado de nosotros. ¡Bendito sea El!
- El Rey de Israel
- ¿Y cómo siendo el Rey y Mesías ha nacido en un establo?, se preguntaban algunos.
La verdad es que Beatriz tampoco entendía nada de todo esto, había oído muchas veces contarlo a mamá, pero en su cabecita no cabía esta realidad. Pero lo cierto era que ella misma estaba aquí y participaba de la misma alegría que todos los que caminaban a su lado. Esto sí era alegría, no la de los habitantes de su ciudad con sus luces y escaparates llenos de regalos.
- ¡Nos ha nacido el Salvador!, gritaba también Beatriz. ¡Corramos para ver a este recién nacido!
Cuando llegaron al establo lo encontraron completamente lleno, no cabía ni un alfiler, había que esperar a que los que habían llegado antes salieran. La verdad era que el establo tenía unas reducidas dimensiones, y los que estaban por delante no permitían ver ni siquiera el pesebre, que se encontraba a un nivel inferior. Todo el establo estaba excavado en la roca, en realidad era una gruta en la que se guardaba el ganado. Beatriz llegó a divisar, en el fondo, una mula y un buey. A María, la madre del niño, reclinada como estaba sobre el pesebre, apenas se la podía ver.
- ¡Beatriz!, ¡hija!, que se hace tarde, la cena está ya hecha y papá y los hermanos esperan para cenar.
- Voy, mamá, dice aun medio dormida. ¡Era tan bonito!
Puede más el sueño y Beatriz vuelve a quedarse dormida. Continúa soñando. Algo, sin embargo, ha cambiado. No sabe dónde se encuentra, aunque algo la recuerda el paisaje de Belén. Tal vez no es tan ondulado. El río, que se ve a lo lejos, es bastante más caudaloso que el riachuelo donde las lavanderas habían dejado su ropa a medio lavar para ir a ver al Niño. Tampoco se ven pastores. Se encuentra al borde de un camino. Un camino bordeado de palmeras de dátiles. Alrededor también se ven olivos y naranjos. Muy próxima, se adivina una ciudad mayor que Belén ya que circula bastante gente en uno y otro sentido del camino.
Un grupo numeroso pasa en este momento, caminan sin prisas, pero se les nota alegría en los rostros y hablan con cierta excitación. Por detrás alguien grita: ¡Bendito sea el enviado del Señor!. Algo hace que Beatriz se fije en él. ¿De qué conoce ella al que grita?. Pero... ¡si es Bartimeo!. ¡Y ve perfectamente!. Junto a él camina Lucas.
- ¿Qué pasa, Lucas?, ¿dónde estamos?, pregunta Beatriz.
- Jesús, el Mesías, ha curado a Bartimeo su ceguera, dice Lucas. Vamos a entrar en Jericó. Desde aquí quiere subir el Maestro a Jerusalén, donde ”será entregado a los gentiles, será objeto de burlas, y después de azotarle le matarán y al tercer día resucitará”. Bartimeo, continúa Lucas, estaba sentado a la vera del camino, y cuando se enteró que pasaba Jesús se puso a gritar “Jesús, hijo de David, ten piedad de mí”. Sabía que sólo Él podía curarle la ceguera, y aunque le amenazaban para que callara, él gritaba aún más. Jesús se paró y dijo: “Llamadle”. Bartimeo, arrojando el manto, dio un salto y corrió a toda prisa hasta llegar delante de Jesús. Este dijo a Bartimeo: “¿Qué quieres de Mí?”. “Que vea”, le contestó nuestro amigo. “¡Sea!. Tu fe te ha salvado”, le dijo Jesús, y desde entonces ahí lo tienes.
- ¿Y por qué no le curó cuando estuvimos en Belén?, pregunta Beatriz
- Eso pregúntaselo a él.
- Porque entonces no tenía fe, contesta Bartimeo, no creí a los pastores que decían quién era el que había nacido.
Beatriz se unió a la comitiva, tampoco ella sabía bien qué quisieron decir los pastores en Belén, cuando anunciaban a quién habían visto recién nacido en el establo. Ahora, el recién nacido caminaba delante con ellos. Quería conocerlo. Desentrañar el misterio de la Navidad.
Beatriz vio que, al entrar en Jericó, un hombrecillo, ricamente vestido, corría por delante de todos y se subía a un sicómoro, quería, sin duda, ver al que pasaba y la multitud no le dejaba ver. Al principio no conoció, Beatriz, al que corría, pero, al llegar junto al árbol al mismo tiempo que Jesús, oyó que éste le decía: “¡Zaqueo, baja pronto!; porque conviene que hoy entre en tu casa.” Zaqueo se bajó rápidamente del árbol y, lleno de alegría, hospedó a Jesús en su casa.
Beatriz recordó cómo conoció a Zaqueo en Belén. Sin duda alguna había llegado a ser, como su padre, recaudador de impuestos y muy rico.
Zaqueo dijo a Jesús: ”Señor, ahora mismo daré a los pobres la mitad de mi fortuna. Y, si he cobrado demasiado a alguno, se lo restituiré cuadruplicado”. Jesús le contestó: “Hoy ha venido la salvación de Dios a esta casa, pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido”
Zaqueo abrazó a Beatriz llorando y le dijo: He tardado mas de treinta años en comprender lo que vimos aquel día en Belén, realmente es el Salvador, por eso la alegría de los pastores y cuantos creían en El.
Lucas y Beatriz se quedaron unos días con Zaqueo, mientras Jesús y los que le acompañaban partieron hacia Jerusalén. Aunque Zaqueo les pidió que se quedaran más tiempo, ellos pensaron que era mejor dejarlo solo para que así pudiera, más libremente, cumplir lo prometido a Jesús de restituir lo que hubiera podido cobrar de más.
Una vez en Jerusalén, Lucas preguntó a Beatriz si no querría ir a visitar a Marta y María que vivían en un pueblecito próximo llamado Betania. Beatriz aceptó encantada. Cuando llegaron a la casa llegaba Jesús con sus discípulos y vieron que habían venido muchos judíos para consolar a Marta y María, pues había muerto su hermano Lázaro.
Lucas preguntó a Juan, que venía con Jesús, qué ocurría y este le contó cómo habían recibido noticia de la enfermedad de Lázaro, a lo que Jesús dijo: ” Esta enfermedad no es de muerte, es para la gloria de Dios, y su Hijo sea glorificado por ella”, sin embargo unos días más tarde les dice: “ Volvamos a Judea, Lázaro ha muerto, vayamos donde él”, y aquí estamos.
Tanto Marta como María le dicen a Jesús: “Señor, si hubieras estado aquí nuestro hermano no habría muerto”, a lo que Él replica: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá”, y, acercándose a la tumba, donde yace Lázaro desde hacía cuatro días, grita con voz fuerte: “¡Lázaro, sal fuera!”. Y sale el muerto.
- ¡Beatriz!. Otra vez se ha quedado dormida.... ¡Hija!, ven a cenar!.
- Sí mamá.
- Mamá, papá: Ahora ya sé qué es Navidad:
El ha venido un día tal como hoy,
para curar la ceguera,
buscar y salvar al perdido,
y resucitar a los muertos...
Y porque es Navidad ponemos luces, y nos hacemos regalos.
No es Navidad porque pongamos luces y nos hagamos regalos.
Daniel Merino
Navidad 1999
Navidad 2014