JESÚS MARTÍN
Yo
tenía
sólo 18 años
cuando Dopico me dejó
caer la idea
de ser catequista de confirmación. Se trataba de hacer parejas de catequistas
muy distintos: yo, todavía adolescente, y Jesús,
un señor con
un montón de hijos, casi todos mayores que yo -y hay quien piensa que la
diversidad es una estrategia reciente...- Jesús
Martín,
a quien no conocía entonces de nada y que es una de esas personas que Dios pone
en nuestra vida por alguna razón. Cuatro años en que cambió
radicalmente
mi forma de ver algunas cosas importantes y de entender a Dios.
Jesús fue uno de esos chavales que en los años de la posguerra estaban destinados a ser curas, más por la vocación de sus padres que por la suya propia y, siendo el menor de 7 hermanos, con solo 10 años fue enviado a estudiar al Seminario Diocesano de Salamanca. Pero Jesús no veía nada claro aquello; incluso llegó coger un tren para escapar de allí… por poco tiempo, ya que nada más pisar la estación de Arapiles fue empaquetado de vuelta al seminario. Así que, comprobado que la mayor trastada que pudiera hacer no le garantizaba la expulsión, cambió de estrategia y dejó de estudiar hasta que ni sus padres ni los profesores pudieron más y le “liberaron”, ya a los 14. Y es que Jesús tenía pinta de cura: la cara, la voz… Vamos, que tuvo que esforzarse para demostrar que a pesar de lo mucho que le pegaba un alzacuellos, no había sido llamado a lucirlo. Fue a la Escuela de Comercio de Sevilla, se casó, tuvo un montón de hijos… en fin, pura vida de seglar, la vida que eligió vivir.
Sin embargo, lo cortés no quita lo valiente y Jesús siempre fue un niño, un joven y un hombre de fe. A cualquiera, unos años así en el seminario nos habrían alejado de la Iglesia, pero no a Jesús, para quien Dios tenía otros planes. Y es que no paró en toda su vida de ayudar a “traer aquí el Reino de Dios” como reza el principio asuncionista. En 1969 llegó junto a Encarnita (y todos sus hijos entonces) al barrio de la Estrella, donde han formado parte del grupo de matrimonios nada menos que 47 años (que es tres veces lo que dura un matrimonio de media en España) y, en ese tiempo, juntos formaron a futuros contrayentes en El Pilar. Fue catequista de confirmación en la Parroquia, donde viví con él esos cuatro años de enorme aprendizaje (más tarde se responsabilizaría de la Pastoral Juvenil) e inauguró con José Luis Fernández Dopico, aquel Consejo de Padres del Grupo Scout 284 que nos echaba una mano en tantas cosas. Recuerdo un equipo increíble de personas siempre ayudando al Grupo junto a Jesús Martín: Pepe Laporta, Paco Zapata, Pepe García, Lorenzo Ramos, Paco Moreno, Rafa Fernández-Aller, Eduardo Bouza, Lucho de Luque,… Además, desempeñó diversos cargos en la Cofradía del Cristo de la Victoria, en Peñacaballera, por supuesto.
Jesús ha sido un hombre bueno y coherente. Recuerdo muchos de sus consejos, pero hay dos que me parecen en su sencillez, todo un propósito de vida: El primero, que la obediencia es la cualidad más necesaria de un catequista, “no todo lo tendrás claro, pero es que no vas a contar tu opinión, sino la Suya” y, la segunda, que no todos entenderán, “aunque te toque ver los toros desde la grada del 7, un hombre de verdad se comporta con la dignidad de los de la barrera del 10”. También ha sido un gran aficionado a los toros y nos ha dejado una obra póstuma sobre el encaste de los toros de lidia.
El tiempo fue transcurriendo, Jesús se hizo mayor y fue a ponerse enfermo en medio de estos tiempos de pandemia. Como cada noche de su vida, lo último que hacía antes de dormir era rezar a María el Rosario y así lo hizo hasta el final. Decidió cómo quería vivir y decidió cómo irse. Y gracias Dios, pudo morir acompañado de sus hijos y de la mano de Encarnita, el amor de su vida, y gracias a la tecnología se pudo despedir del resto de su familia, sin tragedia, dando paz a los suyos. Junto a ellos, dueño de su vida y de la mano de la Virgen María, cogió otra vez un tren camino del Cielo, la noche del pasado 25 de marzo. Gracias Señor, por su vida.
Jesús, como decimos los scouts, buena caza y largas lunas.
Fdo.: Nacho del Estal