Damos gracias a Dios por ese gran regalo que nos ha hecho con la amistad y compañerismo de Rosario. Hemos vivido varios años compartiendo las enseñanzas en las escuelas de Teología y Biblia.

Fue en la primera cuando empezamos a compartir con ella esa forma tan personal y encantadora que tenía de interrumpir, a lo mejor, en un momento en el que parecía que estábamos un poco fuera de la atención y así reaccionábamos y todo seguía con normalidad.

Ha  sido una mujer sincera, generosa, desprendida, con un gran sentido del  humor. Inteligente y sabiendo aprovechar las esencias de todo lo que se decía.

Creo que todos estamos de acuerdo que si algún día faltaba a clase por cualquier motivo nos preocupaba porque su presencia era esencial entre nosotros.

Ahora nos queda su  recuerdo, lo que con su vida nos ha trasmitido en estos años, no sabemos con exactitud cuántos pero si suficientes para darnos ejemplo de lo que es ser cristiana verdadera, con fe firme y esperanza compartida por su forma de vida, su entrega y su querer progresar en el amor a los que la rodeábamos por eso es preciso que nos empeñemos de verdad en seguir sintiéndola a nuestro lado y recordando esa su forma de ser.